¿Qué es normal en la socialización de nuestros perros?

De los mitos más difundidos y que crean mayor confusión y desconexión entre perros y humanos en el ámbito de la tenencia responsable es aquel de que nuestros compañeros caninos “deben” ser no sólo alegres y amigables sino que además tienen que tolerar el contacto y cercanía física en cualquier contexto, tanto de parte de otros perros como de humanos desconocidos.
Esta premisa está cargada de un profundo desconocimiento sobre las necesidades de nuestros perros pues desde una perspectiva comportamental y éticamente responsable, invisibiliza las motivaciones individuales y los actos voluntarios de nuestros amigos caninos ya que nos lleva inconscientemente a humanizarlos, es decir a conferir características que no les son propias y a asignar un valor antropomorfista a la conductas desplegadas por los individuos de ciertas especies, en este caso a nuestros amados perros, lo cual les impone el deber de cumplir con ciertas expectativas que, muchas veces, están alejadas de la realidad en lo referente a los comportamientos propios de la especie conocida como canis familiaris.
La consideración artificial y netamente humana de que los perros deben ser siempre tolerantes, agradecidos, dóciles y alegres lleva a muchos tutores a involucrar a sus compañeros caninos en situaciones que les producen mucho estrés y frustración al no poder exhibir comportamientos típicos de su especie, miedo al no percibir a sus tutores como una fuente de seguridad y bienestar emocional y en muchos casos, a desarrollar problemas graves de comportamiento como episodios de agresión, intentos de escape, ansiedad crónica, indefensión aprendida, depresión y condiciones adversas de salud a causa de los altos índices de cortisol en el torrente sanguíneo. Es una realidad que debemos enfrentar con responsabilidad, el reconocer que muy rara vez nos preparamos para los cambios importantes de la vida como lo es el integrar a nuestro cotidiano la presencia de un perro, mucha gente tiende a creer que cubrir las necesidades biológicas básicas, “dar amor” (sea lo que sea que esto signifique para cada persona) y que consultar medios no especializados pueden aportarnos una clara idea sobre cómo establecer una convivencia sana y valiosa con nuestros animales de compañía en la cual se cubran sus necesidades reales.
Desde este enfoque es importante familiarizarnos con el concepto de “SELECTIVIDAD SOCIAL», así como nosotros los humanos no sentimos inclinaciones afiliativas con todas las personas, no nos caen bien todos los humanos y no con todos desarrollamos los mismos intereses, cercanías, afectos y simpatías, con los perros sucede lo mismo y es completamente normal en la especie que algunos individuos tengan criterios particulares sobre el tipo de individuos con quienes desean establecer interacciones intraespecíficas, es decir, perro – perro.
Si graficamos el espectro de “sociabilidad canina” o “selectividad social” de los perros con quienes convivimos mediante una función gaussiana (estadística) podríamos observar una curva en forma de campana en la cual los extremos más cercanos al “eje y” y menos elevados con respecto al “eje x” conforman los comportamientos estadísticamente menos representativos en un grupo heterogéneo de individuos.



Siguiendo con el ejemplo de nuestra Campana de Gauss tenemos entonces que la porción central de nuestra curva que representa precisamente al grupo de los individuos cuyo comportamiento e interacciones sociales son determinadas por algún grado de selectividad y, como podemos entender, es la mayoría estadística en cuanto a conductas sociales propias de la especie, esto quiere decir que es completamente normal que, a menudo, a muchos de los perros que comparten su vida con nosotros sólo les interese entablar interacciones con dos o tres amigos caninos y no estén abiertos y receptivos a jugar con todos y cada uno de los perros que encuentran en el camino o en el parque.
Otro factor a tomar en cuenta con respecto a la Selectividad Social es la edad, entre mayor es el perro, la tolerancia con respecto a otros individuos más jóvenes, curiosos, juguetones e intensos tiende a descender, por lo cual es normal que haya perros que no quieran estar cerca de cachorros durante lapsos prolongados o que se retiren de la interacción social cuando el juego y la convivencia deja de ser calmada y nosotros como tutores interesados en el bienestar de nuestros compañeros caninos debemos aprender a reconocer los protocolos comunicacionales que exhiben los perros y comenzar a aceptar que la Selectividad Social es completamente normal para entonces no dificultar involuntariamente la vida de estos con exigencias originadas por expectativas que no corresponden a las necesidades reales de nuestros perros como representantes de su especie.
De esta manera, una recomendación que puede comenzar a aplicarse de manera práctica en la convivencia con nuestros perros, además de observar con atención los protocolos de comunicación desplegados en la convivencia social entre perros y con humanos, es no obligar a nuestros amigos caninos a acercarse a otros individuos forzando interacciones. Es sencillo saber cuando un perro no desea dirigirse hacia algún lugar o retirarse de este o cuando no quiere entablar ningún tipo de contacto social de maneras determinadas ya que ofrece cierta resistencia física en el desplazamiento y comunican mediante señales de su lenguaje corporal el ánimo que los embarga en ese momento con respecto a la propuesta que estamos haciendo.
Debemos recordar siempre, y esto aplica también con los humanos, que el consentimiento es la clave del éxito en cuanto a la socialización y, más allá, en el establecimiento de vínculos sanos construidos con base en la confianza. Un perro al que forzamos a hacer algo para cubrir nuestras expectativas humanas siempre será, por decir lo menos, un perro estresado y poco dado a comunicar lo que desea por temor a ser obligado e ignorado. Siempre debemos tener en mente que el bienestar comienza con el reconocimiento empático de la individualidad de nuestros amigos de cuatro patas y nos impone la responsabilidad de informarnos a través de fuentes de difusión e información confiable o mediante la asesoría de profesionales acreditados y especializados en comportamiento canino.
